miércoles, 26 de febrero de 2014

En el metro.

En la línea 3 del metro, en un vagón cualquiera, una mujer lee sonetos y un hombre juega al ajedrez.

Y eso está bien.

miércoles, 19 de febrero de 2014

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"Porque sé que estamos hechos el uno para el otro. Normalmente, cuando se me ocurre una cosa se me ocurren otras a la vez: algo que me dice "sí", algo que me dice "no"... Y ahora todo me dice "sí". ¿Cómo es posible que de lo único que he estado seguro en mi vida esté equivocado?"

lunes, 10 de febrero de 2014

El problema.

—Pasemos a la siguiente llamada... ¿Hola?

—Sí, hola.

—Hola, buenas noches. ¿Nos podrías decir tu nombre?

—Me llamo *****

—Un placer, *****. ¿Por qué nos llamas? Te escuchamos.

—Sí, veamos... Quería exponeros un problema.

Hace unos meses conocí a una chica... Nos separaba una distancia considerable, pero no pensamos en ello y durante varias semanas estuvimos escribiéndonos. Hablábamos de todo y mucho. Transcurrido un tiempo, pasamos al teléfono y nos convertimos en nuestra particular historia de medianoche, ésa que nace de conversaciones en susurros justo antes de acostarnos. Finalmente, impacientes, escogimos una fecha para vernos y me dirigí a su encuentro.

Aquel encuentro fue de película, mejor de lo que ambos habíamos imaginado. Al despedirnos acabamos tristes, pero paradójicamente felices, porque habíamos tenido miedo de que algo se torciera y, por suerte, fue todo lo contrario. Nos dijimos adiós sabiendo que iba a haber una segunda ocasión, al menos.

El segundo encuentro fue mágico. Las sensaciones de la primera quedada se repetían. Como si por segunda vez nos volviéramos a conocer. El vínculo cada vez era más intenso y todo parecía un sueño. De nuevo, nos despedimos más contentos que tristes, porque sabíamos que iba a haber una tercera ocasión, al menos.

El tercer encuentro fue especial. Hubo algo significativo que nos dejó huella. Un punto de inflexión. Un cambio de dirección. No sé bien qué fue, pero desde ese día que cada vez que pienso en ella me invade la felicidad y sonrío, no tanto con la boca como con el alma. "Es perfecta", me digo.

Y ése es mi problema. Que mi historia de medianoche se ha convertido en la historia de mis amaneceres, mediodías, tardes y madrugadas. Que si me falta, muero. Que ya no soy más quién solía ser porque ya no soy más sólo yo, sino yo y ella, ella y yo. No soporto la idea de no tenerla, no sentirla, no escucharla, no besarla, no quererla, no amarla. Que una parte de mí depende de ella... y eso me asusta.