domingo, 31 de mayo de 2015

Sobre uno mismo.

Tengo un Porsche y poseo una multinacional presente en 282 países, algunos de ellos todavía por inventar. Uso billetes de 500 para encenderme los puros porque soy anticapitalista y odio el dinero. Amo a la gente pobre.

Soy elegante, refinado y de paladar selecto. Ceno cada noche en los mejores restaurantes de París, aunque viva en Barcelona. Mi jet privado me lleva a donde quiera en un abrir y cerrar de ojos.

Soy muy de regalar diamantes a las mujeres que fingen quererme sin yo saberlo.

Tengo un cuerpo atlético y una mente privilegiada. Alimento mi intelecto con libros de todas las disciplinas: medicina, astronomía, química, filosofía, psicología, arte. Asimismo, aprecio la música clásica. Acudo a óperas y conciertos, acompañado siempre de mi monóculo y sombrero de copa.

En la cama soy una bestia. Sin embargo, duermo como un bebé. Mis ronquidos casi imperceptibles evocan el romper de las olas en la playa, y mi suave respiración se asemeja a la fresca brisa marina.

Soy aventurero y me encanta viajar. He estado en 537 países y domino 28 lenguas. Practico deporte a menudo: escalada, buceo, tiro con arco, bicicleta, apalear focas...

Soy de espíritu generoso. Dono parte de mi fortuna a siete ONGs, entre las cuales destaca “Salvemos a las Focas”.

Tengo un millón de amigos sin ser Roberto Carlos. Amo a todo el mundo y todo el mundo me ama. En Facebook tengo 5000 amistades y cada día me intereso por sus vidas porque la amistad es un jardín de flores que hay que regar bien cada día y esas cosas.

Me encantan los animales. Tengo dos perros, tres canarios que no son de las islas, un dodo, una foca, un foco, dos ballenas, una que va vacía y un dinosaurio en estado fósil.

Y bueno, éste soy yo a grandes rasgos. Si deseas conocerme para amistad (con derecho a arrime), acariciar focas o comer sushi en París, no dudes en escribirme.

domingo, 12 de abril de 2015

Sueños.

Entré en la habitación y... ella estaba allí. Como antes, como la recordaba. Cuando estaba cansada o simplemente no tenía nada que hacer... se metía en la cama y dormía, o lo intentaba. Y entré en la habitación, en su habitación, y allí estaba... Acostada, de lado. Y sentí una alegría inmensa. Me acosté a su lado, la abracé, me acerqué al oído y le susurré lo mucho que la quería. Que aunque sabía que eso no era real, que en realidad ella allí no estaba, la quería... Y lloré. Y desperté.

Todavía hoy me reencuentro con mi madre en sueños.

viernes, 3 de abril de 2015

¿Se puede?

Cuando me preguntas por qué te miro de aquella forma es porque te echo de menos. ¿Se puede echar de menos a alguien que tienes al lado? Sí.