lunes, 26 de agosto de 2013

Sextuiteras.

Una sextuitera cualquiera:

—¡Mirad, tengo tetas!
—¡Mirad, tengo culo!
—¡Mirad, tengo piernas!
—¡Mirad, qué humor tan cínico y sarcástico! Y mis tetas, claro.
—¡Mirad, sólo hablo de follar!
—¡Mirad! ¡Polla!
—¡Mirad! ¡Me corro!
—¡Mirad! ¡Mamada!
—¡Mirad! ¡Polvazo!
—¡Mirad! ¡Una #fotopene!
—¡Mirad, mis tetas otra vez!
—¡Mirad, mi nick de furcia!
—¡Mirad, soy una mujer liberada!
—¡Mirad, tengo sentimientos!
—¡Mirad, los hombres me tratan como a un objeto!
—¡Mirad, otra vez mis tetas!
—¡Mirad, mis sentimientos!
—¡Mirad, mis tetas!
—¡Mirad, mis sentiTETAS!


—¡MIRAD! ¡MIRAD! ¡MIRAD! ¡NO TENGO NADA MEJOR QUE OFRECER!

Bajar la basura.

Las 16:04 de un domingo. Hace mucho sol, bastante calor. Una tarde de verano como cualquier otra. Toca bajar la basura porque las dos bolsas donde echamos las botellas y los cartones están llenas. Da pereza; se deja para otro momento.

Las 21:47 de un domingo. La noche es cálida pero corre una suave brisa. Una noche de verano como cualquier otra. Y las dos bolsas de basura, llenas. Toca bajarlas pero... esta vez, apetece.

Los contenedores de reciclaje están en la acera de enfrente, a menos de 15 metros del portal. Es un viaje corto en el que no invierto más de tres minutos entre que salgo por la puerta de la calle y vuelvo a entrar.

Sin embargo, este momento tan cotidiano, tan urbano, se convierte en algo especial por el simple hecho de ser realizado de noche. Es un momento de pausa, de libertad, de intimidad, de respiro, de silencio.

Salgo a la calle y apenas se escucha a nadie, o a nada. Con suerte, no me cruzo con ninguna persona ni pasa ningún coche. Es un momento solitario propio de una rutina establecida en el que uno se puede permitir pensar sobre cualquier cosa.

Y al mismo tiempo, pienso, que podría ser el punto de partida de una historia cualquiera:

Podría bajar la basura y ser preguntado por un extraño.
Podría bajar la basura y ver cómo aterriza un objeto volador en la montaña.
Podría bajar la basura y ver cómo se comete un crimen.
Podría bajar la basura y recibir la llamada de un amigo en apuros.
Podría bajar la basura y no volver a casa en mucho tiempo.

Tres minutos de exposición a cualquier eventualidad. Tres minutos imprevisibles.

Tres minutos de silencio en los que, teóricamente, todo debería ir bien...

viernes, 23 de agosto de 2013

Viajes en el tiempo.

Llevo unos días entrando en esta página:

http://www.ssega.com

Son juegos de la MegaDrive. Juegos que tienen alrededor de unos veinte años.

La primera consola que tuve en casa fue ésa. Varios de los juegos que tuve o alquiló mi hermano están en esta página. Cuando yo llegaba a casa y tenía tiempo libre, me iba a la habitación de mis padres y encendía la consola. Jugaba al Sonic o al Castle Of Illusion. Jugaba al FIFA 94 o al James Pond (sí, Pond). Jugaba al Shinobi o al Altered Beast. Y yo tenía siete, ocho o diez años, máximo.



A muchos de estos juegos no he tenido la oportunidad de volver a verlos en casi veinte años y ahora, dentro de esta página, están todos ellos. Intactos. Conservados en el tiempo, como si descubriera un baúl muy viejo en el altillo de casa y al abrirlo encontrara todos aquellos juguetes que de pequeño me transportaban a otros mundos y hacían que las horas parecieran minutos. Sensaciones que experimenté por última vez cuando era un niño. Esas imágenes, esas curvas, esos vehículos, esos enemigos, esos escenarios, esos sonidos, esas músicas, esos momentos...

Decidme si esto no tiene algo de viaje en el tiempo.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Un logro más.

Todo el mundo se ha planteado alguna vez elaborar una lista de cosas que hacer antes de morir.

¿Pero por qué no elaborar la lista inversa? Está bien marcarse objetivos, pero también deberíamos mirar atrás y ver qué cosas hemos hecho en la vida que merecen la pena ser recordadas. Una lista de logros. Como si fuéramos los personajes de un vídeojuego y por cada acción "especial" nos recompensaran por ello.

Logros. Pequeñas hazañas de la vida cotidiana.

Las pequeñas cosas y los detalles que configuran nuestras vidas... Todo eso también ha de ser recordado, ¿no creéis?

Este pasado fin de semana añadí uno a mi lista: hacer autoestop.

Un amigo y yo decidimos hacer la ruta Ripoll-Camprodón-Besalú, sin transporte público de ningún tipo por medio. Llegamos a Ripoll en tren y a partir de ahí, a caminar o a hacer autoestop. Treinta horas por delante y casi 100 kilómetros para recorrer.


  • Sábado a las 19:00: Primer autoestop.
En un primer momento intentamos hacer autoestop en una zona de la carretera donde ésta se estrechaba y los coches tenían que parar para dejar pasar a los que venían en sentido contrario. La idea era buena, sólo que los coches que paraban eran los que iban en dirección contraria y los que venían desde donde queríamos iban pegados y no podían detenerse. Al final decidimos caminar un rato más y encontramos una zona donde podían detenerse en caso de que quisieran cogernos. Estuvimos poco rato. Lo curioso fue que, cuando dijimos "diez minutos más y nos vamos", el primer coche que pasó se paró. Y para nuestra sorpresa... ¡era una chica joven! De unos 30 años quizás. Y era raro porque nosotros éramos dos chicos y normalmente eso genera cierta inseguridad... Pero sí sí, se detuvo y nos llevó hasta la entrada de Camprodón sin ningún problema. Para ser la primera experiencia de autoestop, genial. Un diez.

  • Domingo a las 8:30: Segundo autoestop.
Una vez en pie, después de haber pasado la noche al aire libre en medio de un parque situado entre dos naves industriales a la entrada de un pueblecito cuyo nombre no recuerdo, caminamos hasta la salida del mismo para llegar al punto de la carretera que se dirigía a Olot. Por el camino encontramos un coche detenido al que le preguntamos la dirección para ir a Besalú, con la esperanza de que el buen hombre se ofreciera a llevarnos un tramo. Y funcionó. La verdad es que no nos llevó muy lejos, pero al menos nos ahorró unos kilómetros y nos dejó en la bifurcación que llevaba a Olot. Era un hombre de aspecto francés, pero catalán, con un acento muy lugareño. Puntuación: un 7.

  • Domingo a las 9:30: Tercer autoestop.
Éste fue el más difícil de todos. Nos llevó una hora porque no encontrábamos el punto adecuado para realizarlo. Había una rotonda y los coches que entraban en ella podían ir en dirección Camprodón o dirección Olot. Si nos poníamos en la curva de entrada a la carretera de Olot, los coches venían con mucha velocidad y les costaba detenerse. Si nos poníamos en la entrada a la rotonda, los coches pasaban de largo y la gran mayoría de ellos nos decían que seguían recto. Después de más de media hora de indecisiones, durante la cual aproveché para bailar en medio de la carretera mientras nadie venía... ejem..., optamos por quedarnos en la salida de la curva. Y ojo, otra vez cuando dijimos "diez minutos más y nos vamos", ¡va y para un Mercedes! En esta ocasión era un señor mayor, de 70 años, -ex-empresario, de buena familia, que había salido adelante en la vida "gracias" a la represión franquista... etcétera, etcétera. Sí, hablaba mucho y nos contó toda su vida. Pero otra persona muy simpática. Nos llevó hasta Olot para que nos informáramos de los posibles autocares de vuelta a Barcelona y nos ahorró medio camino a Besalú. Puntuación: un 8,5.

  • Domingo a las 12:30: Cuarto autoestop.
Después de pasar un par de horas en Olot descansando, en las que compramos una bebida tipo Nestea en un supermercado chino, y que estaba en chino, y de desayunar en una panadería mientras leíamos el diario, decidimos partir hacia Besalú cerca de la hora de comer. En esta ocasión el ofrecimiento de llevarnos fue inesperado, pues paramos a una pareja de ancianos que iban caminando por la calle para preguntarle por la carretera hacia Besalú y estos se ofrecieron para llevarnos hasta el pueblo siguiente, desde donde podríamos con más facilidad hacer autoestop. Fueron sólo cinco minutos en coche, pero nos vino muy bien para tomar el último coche hacia Besalú. La verdad es que, técnicamente, no fue autoestop. Puntuación: un 8.

  • Domingo a las 13:00: Quinto autoestop.
La anterior pareja nos había dejado en la salida-entrada de un pueblo, pero dado que tooodos los coches nos indicaban con un gesto que se quedaban en el pueblo siguiente, decidimos cruzarlo y hacer autoestop a la salida. Encontramos una curva donde los coches se podían detener y... casi no tuvimos tiempo a soltar la mochila. Una chica de unos 29-30 años se detuvo y, con música rock y punk sonando, nos condujo hasta Besalú. Puntuación: un 10.

Así que, si hacéis autoestop, que sepáis que en general es seguro. Los únicos asesinos podéis ser vosotros.

viernes, 9 de agosto de 2013

El semáforo.



Llegar al paso de cebra y cruzar en rojo.

Porque no estás mirando el semáforo de los peatones; miras el semáforo de los coches.

Así que cruzas en rojo porque el otro semáforo te permite cruzar.

Hacer las cosas porque estás pendiente de las circunstancias, no de lo que haga o diga la gente.

Estate pendiente del semáforo de las circunstancias.

lunes, 5 de agosto de 2013

Estrellas.

—Me sorprende lo segura que está la gente de las cosas.

—¿Por qué dices eso?


—Mira al cielo. ¿Ves aquella estrella? Es preciosa... Es mi estrella favorita. Es la única que puedo ver desde mi habitación, a través de la ventana, cuando estoy estirado en la cama. Es la última en darme las buenas noches.  Cada noche cierro los ojos pensando en lo pequeños que somos. En lo grande que somos. Somos minúsculos comparados con la infinitud del universo pero al mismo tiempo pertenecemos a él. En algún momento todos formamos parte de la misma unidad, aunque ahora vivamos como unidades independientes como si no tuviéramos nada que ver con el resto: con las estrellas, los planetas... Somos mini-estrellas. Somos mini-estrellas móviles, con vida propia y ciertamente sin luz, pero brillamos a nuestra manera. Y cada noche pienso en que, quizás, esta estrella que me da las buenas noches mira hacia donde yo estoy y me observa con ojos de estrella y piensa que yo soy una mini-estrella. Y que soy la última en darle también las buenas noches.


—¿Y qué tiene que ver esto con la seguridad de la gente acerca de las cosas?


—Pues bien, esta estrella, que vemos ahí con total seguridad, porque nuestros ojos no nos engañan... no existe. Murió hace 700 años. Pero su imagen, la luz que proyectó hasta entonces, todavía viaja en el espacio, a una velocidad casi inimaginable y llega hoy, a nuestras retinas. Esa estrella ya no existe y, sin embargo, la vemos. ¿Cómo no va eso a sacudir todas mis certezas?





sábado, 3 de agosto de 2013

Follar hasta perder el sentido.

Follar hasta perder el sentido.

El sentido de follar.

Es decir, follar tanto que llegue un momento en el que te detienes y te preguntas: ¿qué estoy haciendo?

Y te apartas rápidamente de la cama, dejando al otro tirado en pleno acto, y te agachas para recoger tu ropa del suelo y te vas muy confundido.

Follar hasta que follar no tenga sentido.

Pensó.


A estas alturas ya se estará dando
cuenta del error —pensó.
Y no, nunca se dio cuenta;
no hubo error,
ella fue feliz; y él no.