jueves, 28 de enero de 2016

Gente.

Cuando uno tiene problemas para relacionarse con la gente y establecer vínculos duraderos, quizás el enigma de la ecuación a resolver sea uno mismo, y no los demás.

jueves, 21 de enero de 2016

Cohete.

El cohete salió lanzado con la efervescencia propia del descorchamiento de una botella de champagne. Con una velocidad distinta, eso sí, como si se tuviera que sacudir la pereza de encima, pero in crescendo. Con parsimonia, poco a poco toma velocidad y apunta directo al cielo que se presenta como diana inmensa para este dardo gigante.

Sube y sube. Atraviesa diversas capas atmosféricas una tras otra (no me preguntéis el nombre de ellas, no soy astrofísico o lo que sea que estudie eso) y deja tierra atrás. Atrás deja la Tierra, que cada vez se vuelve más redonda, más pequeña. Menos importante, más insignificante. Atrás quedan las leyes, atrás quedan las personas, atrás quedan las guerras, atrás quedan las compras, atrás quedan los políticos, atrás quedan las normas, atrás quedan las empresas, atrás quedan las autopistas, atrás quedan los automóviles, atrás quedan los barcos, atrás quedan los aviones, atrás queda la contaminación, atrás quedan los problemas... atrás queda... absolutamente todo.


Pero el cohete no derrama ni una lágrima. No saca el bracito para decir adiós con un pañuelo como hacen en las películas. Entre otras cosas porque un cohete no tiene "bracitos", pero es que aunque tuviera no merecería la pena. Más que nada porque no siente ninguna.

Alzar el vuelo y dejar todo eso atrás es una idea maravillosa.

Y ya flotando en el espacio el cohete da media vuelta y le dedica un último vistazo a la Tierra. Con sus ojos herméticos de cohete contempla la diminuta esfera y se pregunta..."¿Cómo algo tan bello por fuera puede encerrar tantos peligros en su interior?".

jueves, 14 de enero de 2016

Abro los ojos...

Abro los ojos.
Un hombre con traje levanta su maleta. La coloca en el espacio reservado para el equipaje. Luego se sienta y abre su agenda.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Una anciana me pide amablemente que retire las piernas para sentarse al lado de la ventana, en el asiento de delante.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Una madre juega con su niño de dos años.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Tras la ventana, el paisaje va adquiriendo un color rojizo. El sol se esconde.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Una pareja de mediana edad ríe al tiempo que se miran a los ojos, escuchando la misma música, compartiendo auriculares.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Una niña juega con un cachorro de labrador. Éste le lame la mano y a ella le hace cosquillas.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Un joven de pelo rubio, rizado, escribe en su bloc de notas. La chica de al lado trata de ver lo que escribe. Él lo sabe y sonríe, sin que ella lo perciba. No se conocen. Aún.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
El revisor charla con una joven sentada en el otro lado del pasillo. Ríen. Se conocen. Cada tarde coinciden en el tren.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
El hombre con traje duerme, y escucha música. Descubro en su Ipod que le gusta Scott Walker. Sonrío.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
La noche nos cubre a todos. Las luces del vagón se tornan tenues. Es un momento en que la gente opta por dormir, leer o entregarse a la música. Es un momento para susurrar al compañero de al lado.
Ya no cierro los ojos.

Es mi momento.
Voy a escribir.