domingo, 12 de agosto de 2012

Nº 66

Avanzo por un pasillo largo, estrecho y oscuro. A derecha e izquierda encuentro un montón de puertas numeradas. La número 52, la 53, la 54... Y en mis manos sostengo una llave. Sigo avanzando pensando en cuál será la puerta que me lleve a ti. "Ésta no, ésta tampoco, ésta tampoco...", sin saberlo realmente, pero dejándome llevar por la intuición, voy descartando puertas.

Avanzo... avanzo... avanzo...

En una de ellas me detengo.
La observo un rato.
Y pienso.
Miro la llave.
Pienso.
Miro la puerta.
Paso de largo.
Sigo avanzando.

62, 63, 64...

Estás tras la puerta 66. Bajo las sábanas de tu cama, oculta. Semiahogada por voluntad propia contra la almohada, como si quisieras desaparecer a través de ella. Escuchas mis pasos y me sientes cerca. Piensas "ojalá pruebe con esta puerta, ojalá pruebe con esta puerta". Escondida, pero deseando ser encontrada.

Y me detengo ante la número 65. Justo detrás de mí queda la 66. Pero la número 65 es la que inicialmente me atrae la atención. Pasados unos minutos me giro de repente y dirijo la mirada a la puerta con el número 66. Hago un ademán de continuar mi avance, pero me detengo y pienso...

Sesenta y seis... Sesenta y seis...

Por alguna razón, la sonoridad del número me es familiar.

Deslizo la llave a través de la cerradura...

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